Congreso AASM 2022.
- Ale Zarankin
- 25 feb
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 8 oct
Título. “No quiero verte más”. Caso presentado en el Congreso AASM 2022 por Alejandro Zarankin.
Motivo de la consulta. Una mujer de 50 años consulta porque no sabe cómo manejarse en la relación con la mamá que tiene 70 años y le dijo hace unas semanas que no la quiere ver más.
Contexto. La madre siempre fue fría y distante con ella. Desde que se separó del padre hace 10 años que se alejó y a pesar de vivir a 12 cuadras de distancia, se visitaban 1 o 2 veces por año. Además de escasos, los encuentro eran tensos o directamente había una discusión. Por ejemplo, la madre irrumpía en su casa y le decía: “cómo que no me dijiste nada de que te compraste un auto”. Luego, se marchaba enojada.
Con el padre de 75 años, tenía un mejor vínculo aunque tenía actitudes machistas y nunca le brindó ninguna ayuda. La paciente quedó embarazada de muy joven y se las tuvo que arreglar sola. Hacia 5 años que se había recibido de kinesiología y a partir de eso, sentía que los padres le habían soltado definitivamente la mano.
Por otro lado le resultaba muy contradictorio, como a ella no la habían ayudado con ningún bien material, mientras que a su hermano mayor le habían comprado una casa y un auto. Además, le estaban haciendo un departamento para alquilar. A su vez, a su hermana menor, le habían dado la casa de la abuela paterna y una moto y el padre estaba pensando en dejarle su auto.
Lo que le preocupaba a la paciente era tener un buen vínculo con la madre. Prefería no verla, a encontrarse para pelear. De todas formas, el aceptar no verla nunca más la dejaba con mucha tristeza, sobre todo con la edad que tenía la madre. No quería que la historia termine así.
La paciente conocía la historia familiar de origen de su madre. Al igual que ella, era la hija del medio. A sus 8 años el padre queda preso y la madre, quedó imposibilitada de sostener económicamente a sus 4 hijos. Se quedó con la hija mayor y la menor. A ella y al hermano, la mandaron a vivir al campo con una tía que era muy fría y no tenía mucho deseo de maternar. La pasó muy mal con esa tía.
En la primera sesión trabajamos con la paciente que no le acepte la renuncia a la madre. La madre proyectaba el dolor no elaborado con sus padres en el vínculo con sus hijos. En particular, con esta hija con quien la identificación era mayor. Quizás debido a la identificación de género y lugar de hija respecto de sus hermanos (ser la del medio). Sin embargo, en este caso, quien abandonaba era la madre pero acusando a su hija de ser la responsable de este acto. Una vez comprendido esto por la paciente, la propuesta fue imaginarse que se sinceraba con la madre. Por un lado, descargaba el enojo que le daba que venga prepotente a increparla. Además, la decepción de no poder verla. Y la tristeza de que en estas condiciones, no la extrañaba. Pero que no iba a renunciar a ella, que sabía que parte de ese enojo era el que tenía la madre con su propia madre y que ella no iba a renunciar a su afecto. También, se sugirió que pueda contarle todo esto a su padre, con quién sí, estaba abierto el diálogo. La paciente aceptó las sugerencias y se le ocurrió que se animaría a decirle esto a su madre mediante una carta manuscrita.
En la segunda sesión me cuenta que le envió la carta a la madre, y que ella en respuesta a su misiva, había empezado a escribirle (por WhatsApp) bastante seguido. En un tono amable, la había felicitado por el reciente nacimiento del nieto de la paciente. Trabajamos que le agradezca a su madre. Diciéndole, que le hacía muy bien sentir su cariño. También, que le agradezca al padre y que siga pidiendo que la acompañe con la madre, aunque más no sea, escucharla en silencio, cuando no supiese qué responderle. Además de seguir con las visualizaciones con su madre, agregando que se imagine a su madre contándole a su propia madre el enojo que tenía por no haber podido estar con ella desde su 8 años.
En la tercera sesión, la paciente me cuenta que seguía intercambiando mensajes regulares y amables de saludos con la madre. Comenzamos a planificar cómo estar preparada para un posible encuentro con ella. Lo principal fue el recurso de que sí su madre empezaba a ponerse áspera, que le diga que sabía que tenía mucho enojo con su propia madre.
En la cuarta sesión la paciente viene sorprendida y alegre. Me cuenta que se reunió con la madre y que le pudo decir en presencia que la quería y que no iba a renunciar a ella. La madre la escuchaba atentamente pero todavía con distancia. La madre le dijo que le tenía miedo, que no sabía cuando se iba a enojar y alejarse (aquí puede observarse com proyectaba lo que le pasó en su historia con su madre). Entonces la paciente, al ver que el tono de la madre era tenso, le dijo que sabía que estaba enojada con su madre. La madre le respondió que sí, que se acordaba cuando escuchó la conversación donde se repartían a sus hermanas. Y que viviendo con su tía, siempre esperaba que la madre venga a visitarla y nunca lo hizo. Sólo la volvió a ver cuando fue mayor de edad, algunas pocas veces. Esto después fue información valiosa para seguir ejercitando una visualización donde la madre le decía esto a su propia madre. Pero lo más importante, es que despues de decirle esto la madre aflojó la tensión. La paciente aprovechó para decirle que la quería y que necesitaba su cariño. Ahí la madre se animó a darle un abrazo y hacerle caricias en el pelo.
Esta fue la última sesión de frecuencia quincenal que quise puntualizar, el tratamiento continuó y los logros se mantuvieron, además siguieron las mejoras en el vínculo familiar. Los puntos siguientes a trabajar focalizaron el vínculo fraterno que estaba muy distanciado.
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